En los últimos años de pandemia se ha visibilizado aún más que las salas de clases no son lugares exclusivos para impartir conocimiento. Hoy la invitación es a repensar la pedagogía como una actividad de enseñanza en el mundo, inserta en las nuevas formas sociales, digitales e interactivas.
La educación requiere un modelo de calidad integral, sostenido en una reorganización de las prioridades, una reforma curricular basada en los avances y necesidades del siglo XXI, con una visión de futuro, es decir, adaptada a moverse entre las exigencias de cambio permanente.
Por lo tanto, la transformación debe asumir retos, constancia y dedicación, para consolidar modelos educativos y de gestión que potencien los talentos de los equipos educativos, como del alumnado.
¿Qué prácticas destacan y hay que considerar?
1.- Dedicar más actividades a mejorar el cómo enseñar, que a cambiar los contenidos de lo que se enseña.
3.- Promover a los mejores profesores y profesoras para desempeñarse como directivos, y desarrollar sus habilidades de liderazgo.
4.- Aumentar las responsabilidades y nivel de flexibilidad, con los profesionales más capacitados apoyando a los más jóvenes, con observación entre pares y trabajo grupal docentes.
5.- Fomentar a los equipos directivos en el liderazgo instruccional de sus docentes.
6.- Abordar la diversidad y la inclusión de los estudiantes en sus capacidades, intereses y origen socioeconómico.
7.- Tener como techo la calidad docente, atrayendo a buenos o hasta los mejores egresados de pedagogía, asegurando buena formación desde el comienzo y luego destinando a quienes son mejor evaluados donde son más necesarios.
8.- Mantener el liderazgo y la empatía durante la dirección de una reforma educativa.